domingo, 11 de diciembre de 2022

Sueño de la infancia hecho realidad.


Desde niño veía la Fórmula Uno los domingos por la mañana, encaramado al pie de la cama en la habitación de mis papás, pues ahí estaba la televisión. Me imaginaba compitiendo en un Gran Premio, podía verme conduciendo a toda velocidad tomando curvas y rebasando a otros.
Creo que como yo, muchos otros niños han soñado con algo así, sea piloto, futbolista o astronauta. 
De adolescente y ya en la casa donde viví hasta que me casé, teníamos ya una segunda tele, así que podía ver las carreras sin despertar a nadie los domingos a las 6 am.

Mis libretas de la primaria estaban repletas de dibujos de autos de carreras, que en ese entonces eran muy simples. En secundaria y prepa, los dibujos se hicieron más sofisticados. Podía hacerlos si veía una imagen impresa, no como hacía mi tío Guillermo Cortés Melo, el gran arquitecto urbanista, que de su mente pudo desde niño, dibujar cosas, paisajes, personas y animales con extraordinario detalle. 

Pero mi papá no me dejaba subirme a darle a nada con llantas y motor, así que entre la F1 y las caricaturas de Meteoro, mis sueños eran de correr go-karts y llegar algún día a correr autos. Pero ante la amenaza de no poder volver a mi casa, si me subía a un go-kart o moto, no me quedaba más que lanzarme de la cima de la colonia Obispado, ubicada en un cerro de Monterrey. 



La emoción era brutal, bajaba del cerro volando, el problema era que mi bólido carecía de un elemento crucial para no ser víctima de la implacable ley de la inercia: frenos. La única forma de frenarlo era haciendo fuerza con las piernas y detener los pedales con los pies, cuyo golpeteo a alta velocidad era implacable.

Claro que me di contra autos y casas al intentar dar la vuelta en las calles de bajada, y también me hice peeling facial varias veces al volcarme intentando frenar derrapando antes de llegar a la avenida José Benítez.

Se me había olvidado mi sueño.

Pasaron los años y no fue sino hasta que me casé, que pude hacer realidad mi sueño de correr, gracias a Luisa, mi esposa. Me dijo que oyó en la radio que la Fórmula 3 venía a Monterrey y que los organizadores iban a traer unas VW Golf preparadas por Reynard (fabricante de chasises de carreras) para que pilotos novatos o con ganas de llegar a la F3 se probaran.

De no haber sido porque ella me empujó a hacerlo en 1991, a un año de casarnos, seguramente me hubiera quedado como tantos otros que soñaron con correr profesionalmente.
Así que finalmente cumpliría mi sueño, mi primera carrera, todo lo que soñé desde niño se haría realidad, lo haría muy bien y sería piloto profesional. Mi primogénito estaba por nacer y había muy mala cobertura celular en el Autódromo Monterrey, así que tenía que correr entre prácticas a la torre donde dejé mi teléfono por si me llamaban.

Finalmente.

Se dio arrancada, todos salimos disparados de la meta y al irnos aproximando a la primera curva, frené cuando me pareció que era prudente. Solo que el resto de los autos siguieron como si nada y me fui casi al último lugar ahí mismo. ¿Por qué no frenan?, me pregunté.

Al verlos tomar la primera curva, frenar en el último momento, y ver que la llanta trasera izquierda se levantaba del piso, pensé en las clases de física a las que no puse atención, y como seguramente me hubieran sido muy útiles en ese momento.

A la siguiente vuelta intenté hacer lo que los demás hicieron y casi me vuelco, “¿cómo le hacen ellos?”. Terminé penosamente en penúltimo, solo le gané a José Juan Martínez Chávez, quien no era piloto, sino conductor de ‘A toda Máquina’, un programa de carreras los domingos por la noche en Televisa, junto a quien poco después, sin conocerme, se ofreció a ser mi coach, el gran campeón Oscar Manautou.

¿Volver a intentar luego del fracaso?


Tremendamente decepcionado, decidí que tenía que aprender lo que no sabía para poder correr autos, así que tomé un curso en Skip Barber Racing School en West Palm Beach, Florida. 

Volví determinado a intentarlo de nuevo, no podía ser tan malo luego de desearlo desde niño, así que con Dany de 3 meses de nacido, nos fuimos Luisa y yo a la Ciudad de México.
Volverían a correr las Golf Reynard, previo a la F3 y al campeonato mundial de Prototipos (los de las 24 horas de Le Mans), donde corría un joven sensación llamado Michael Schumacher en las 'flechas plateadas' de Mercedes, el excampeón de F1 Keke Rosberg en Peugeot y muchos otros. 
El buen José Abed, responsable de la F1 y la FIA en México, me dejó volver a intentarlo a pesar de no tener nada que ofrecer y ante una gran demanda de pilotos que querían ser parte de este evento. Bebé en brazos y esposa a un lado fueron mis mejores herramientas para suavizar su gran corazón. 
Lo perdimos hace poco, QEPD Pepe Abed.

Pues contra todo pronóstico, el desconocido regio ganó. Era apenas mi segunda carrera, y con eso, luego de ser entrevistado en Televisa, recibí varios ofrecimientos para correr.
Y así fue que inició mi carrera como piloto profesional, corriendo para equipos llevando yo algo de patrocinio y manejando sus autos en Súper Fórmula, F3, Prototipos y hasta probando un Indy en Phoenix. 

¿Y ahora qué sigue?

Muchas opciones, todas cuestan, no es que por haber ganado ahora te paguen, así no funciona el automovilismo y menos cuando no eres tan joven. Empecé a correr a los 27, edad en que los pilotos llevan ya más de 15 años corriendo, ya que casi todos comienzan de niños en los karts.

Mi tercer carrera, una callejera en San Pedro Garza García, NL, previo a la American Indy Car Series.

Fórmula 3 en CdMx.

Empezando con mi patrocinador Radio Beep, empresa de radio localizadores, la cual ya no existe, se convirtió en Marcatel.

F3 en Saltillo. 

El auto era de Tony Garza Zambrano, quien ya no corría y con la ayuda de Paco Garza, anduvimos peleando con equipos de media tabla, no con los de grandes presupuestos.



Mi accidente más fuerte. 

Autódromo de Puebla, 1993, en un F3 al que me subí de último momento porque no iba a correr esa por falta de patrocinio. El asiento no era mío y el piloto regular de ese auto era muy bajito. Tres giros en el aire y vuelta de campana al final. Solo la punta de un dedo astillado y la Quinta cervical fisurada.

Prueba de la American Indy Car Series, en el autdrómo de Firebird en Pohenix, Arizona.

En hermosos los Prototipos.

Hechos por Freddy Tame, aquí con mi coequipero Sebastián Ocaranza, como pilotos de Tame, en el desaparecido Autódromo de Saltillo.











Copa Mustang en Monterrey.

Y esas no son edecanes, son algunas de mis guapas hermanas. Equipo de Enrique Contreras.



Esta etapa se llama: ser piloto oficial.

Luego de estar+ teniendo que buscar patrocinios, pasé los últimos años de mi carrera como piloto oficial de Mopar en el 'Reto Dodge', lo que hoy equivale a NASCAR México.

Aquí con Dany, Iván y Anilú en Querétaro. Caty estaba recién nacida.

Las tarjetas que firmábamos antes de cada carrera a los aficionados.




Con mi coequipero Juan Ignacio Echeverría en Veracruz. Otros coequiperos fueron Jorge Prado, Luis Felipe Montaño y Mara Reyes.

Fin del sueño.

Y luego de diez años de estar corriendo, me di cuenta de que yo no estaba logrando tener un buen balance en mi vida, que esta realización de mi sueño estaba interponiéndose con el otro sueño, el de tener una familia. Me di cuenta de que el culto a mi ego me impedía darles el tiempo necesario. Viajaba por carreras y no siempre poder llevarlos, además de viajar seguido por trabajo y también para realizar las pruebas de manejo para el Grupo Reforma en la Sección Automotriz.

Y siendo muy honesto, me vi desde fuera y pensé: qué tipo tan... creído, muy ensimismado. Así que, yendo de líder del campeonato y corriendo en las dos categorías, decidí que ese iba a ser mi último año. Lo que inició el año en que nació Dany, terminó en el que nació Caty, 10 años de vivir mi sueño de la infancia, siempre apoyado por mi familia, incluso por mis papás, que no se perdían una carrera en Monterrey o Saltillo, y eran de hecho los más mitoteros en los pits. Quién lo hubiera imaginado.






sábado, 5 de noviembre de 2022

La novela de Culiacán continua

 El pseudo secuestro que viví antier (leerlo aquí) no fue el final de la novela de mi regreso a Culiacán, mal hice en pensarlo cuando me fui a dormir el viernes.

Mi conferencia en el Congreso de Turismo de Salud fue la primera del día, iniciaba a las 9. Ahí me tienen a las 8 en el lobby del hotel Lucerna ya desayunado. Vi gente del evento con sus gafetes y les pregunté a qué hora salía el camión, bus o "güa güa" (así le dicen en Cuba, a donde fui a hacer lo mismo hace dos semanas, y por "lo mismo", me refiero a dar una conferencia, no a ser pseudo secuestrado)

El caso es que eran las 9:10 y yo estaba muy sentado en el bus... y cuando finalmente llegamos y empezó mi tiempo de hablar, todo mundo estaba aún platicando y sentándose, por lo que inicié con: "ayer que llegué a Culiacán,  me secuestraron", y me quedé callado, con lo que capté su atención.

Al salir del evento me invitaron a uno de los restaurantes donde el menú es tan amplio y antojable como delicioso, lo que pidas es especial y saber exquisito. No es comercial, pero si van a Culiacán les recomiendo comer en el Cayena. Mis ojos y antojo fueron malos consejeros, pero no me arrepiento del atracón.

De ahí salí al aeropuerto, para tomar el vuelo de las 5:10 a Monterrey, pero estaba sobre vendido, renunció una persona de los del mostrador y otra no fue, así que una pobre y eficiente mujer estaba intentando atendernos a todos los que no pudimos hacer el check-in antes (alguien lo iba a hacer por mí) 









Entonces, y para mantener las cosas interesantes, para cuando llegó mi turno de llegar con ella, ya faltaban menos de 45 minutos para el vuelo, por lo que lo cerraron, y atrás de mí había un gentío. A la pobre le llovió todo tipo de comentarios, reclamos, majaderías y amenazas, por lo que dada su excelente actitud, me solidaricé y me quedé ahí como apoyo, mientras reflexionaba en qué fregados iba a hacer, pues no había otro vuelo y ese se perdió, nada de reagendar o catafixiar.

Pedí un Uber y tuve que salirme del aeropuerto para tomarlo, porque acá las multas están en $90mil, y sí están muy duros los de la Guardia Nacional. 

Imagino, si ya leyeron la entrada previa de mi blog, que ya sabrán lo primero que hice al abrir la puerta del Uber; preguntarle al chófer a quién venía a recoger. Una vez que escuché mi nombre, apellido y apodo, me introduje en el asiento del pasajero (por lo de la GN) y nos fuimos. Tuve una buena plática con Gustavo, quien se quejaba amargamente del cambio de horario, el cual, como le dije, no nos lo quita nadie, tocaba ya por venirse el invierno como cada año acostumbra hacer. Finalmente, accedió a que este cambio de horario era inevitable, pero no sin dejar claro que él prefiere el horario de verano porque "así es mejor". Imposible discutir con su lógica.

Pero antes de bajarme del auto, le aseguré que usaría todas mis influencias para intentar que el sol dejase de andar moviéndose a su antojo y que las estaciones pudiesen ser menos caprichosas.

Llegué al hotel, esperando lo mejor, pero temiendo alguna noticia "interesante", pero resultó que otro speaker se fue antes de lo planeado y había una habitación libre para mí, a lo cual accedí felizmente. Me encanta mi nombre, pero no tengo problema en ser Alexis por una noche dadas las circunstancias.

El único problema fue que, en mi afán por viajar ligero, pequé de optimista y no llevaba ropa extra, ya era de noche y temí tener que repetir el mismo set de ropa al otro día, pero suertudo de mí, la noche era efecto del mentado cambio de horario que tanto odia Gustavo de Uber, aún era temprano. 

Al lado del hotel hay un Mall grande, y bendito Carlos Slim que puso mucha ropa buena en superoferta en Sears, por lo que no están ustedes para saberlo, pero con $900 salí con 2 camisas, 2 jeans, calzones y calcetines nuevos y limpios.

Ya bien ajuareado, solo me faltaba un desodorante, porque el que llevé estratégicamente para viajar ligero, y muy en línea con la filosofía 'Lean', se acabó con la untada de esa mañana y tiré el envase para no irlo cargando.

Pero de nuevo Slim salió a mi rescate. En Sanborn's encontré un desodorante ideal, sin alcohol ni aluminio, además de pequeño y a buen precio. Claro que no pude evitar llevarme unos Pon Pons, los tipo-chiclosos de chocolate que siempre compraba en el cine. Si ya lo quería por apoyar a Checo Pérez desde chavo (yo corrí  en 1991 con su papá, Toño "el loco" Garibay), este fin de semana Carlos Slim subió a otro nivel. Casi me hace olvidar lo mucho que odiaba ser cliente cautivo de Telmex por falta de competidores, y luego de Infinitum por lo mismo.

Dormí como Pitón, con la panza notoriamente llena y aún saboreando la rica comida con todo y postres, de hecho en la mañana apenas me cupo algo de fruta y jugo. 

Con el cambió de horario me levanté más 'temprano' de lo normal, y cuando chequé Whatsapp, vi que, durante la madrugada, me habían comprado un vuelo para dentro de 2 horas, así que hice lo mejor por apersonarme en el aeropuerto para tomar el vuelo, y llegué felizmente a... la Ciudad de México.

Antes de abordar, me aseguré de avisarle a quien me hizo la reservación, que si no fuera mucha molestia, le agradecería regresarme a mi casa y enviarme los datos del siguiente vuelo, cuidando mucho la forma de escribirlo porque, claramente, quien lo hizo se equivocó, y no solo compró un vuelo caro, sino a otra ciudad.

Por lo que al escribir esto estaba yo cómodamente sentado en el aeropuerto de CdMx, aprovechando que tenías un buen de horas para esperar el vuelo a Monterrey. Finalmente vine llegando unas dos horas antes de lo que hubiera llegado viajando por la tarde directo de Culiacán.

Moraleja: Siempre que puedas, no dejes que alguien más saque tus pases de abordar (o vuelos)


viernes, 4 de noviembre de 2022

Pseudo secuestrado en Culiacán



Llegué hace a Culiacán y no había nadie esperándome en el Aeropuerto como se suponía. Marqué a Mercedes, la persona encargada de traerme a dar una conferencia de Turismo de Salud al Congreso de Turismo Médico, y me dice: “no sé qué pasó, no me contesta el chofer, pero ahorita voy yo”.

Pero mientras hablaba con ella, se me acerca una chica hablando por teléfono y me pregunta si soy Daniel. 

Le dijo a la persona con quien hablaba “aquí está” y colgó. Yo seguía al teléfono, y sin cortar le pregunto a la chica: ¿Cómo te llamas?. 

Me dice que Elvia, lo cual repito al teléfono a Mercedes, y me dice “pues que bueno, acá lo veo”. 

En eso entra una llamada, la tomo y me subo al auto, el cual, pronto me di cuenta, era conducido por una verdadera cafre que parecía no tener conocimiento de la necesidad de usar el clutch y las diferentes velocidades claramente disponibles al alcance de su mano. 

Finalmente terminé la llamada, me disculpo, y digo a las dos chicas: "gracias por recogerme, Mercedes estaba preocupada y ya venía ella por mí." 

Una de ellas me pregunta: ¿y viene a hacer varias instalaciones? 

Yo 🤔 …

Se hizo un silencio por varios segundos, interrumpido por que una de ellas me pregunta: ¿Mercedes? 

Sí, le contesto, Mercedes, la organizadora del Congreso. 

¿Congreso? Pregunta la cafre, y en eso ambas se voltean a ver con cara de intriga, y entonces les digo: soy Daniel Ordaz, ¡¿a cuál Daniel iban a recoger?!

Hubo una carcajada grupal que duró varios segundos, la cual fue bruscamente interrumpida porque la cafre al volante se dio la vuelta en U a plena hora pico de la tarde, cual bandida en fuga. 

Justo entonces sentí tremenda empatía con algunos de los pasajeros que han viajado conmigo a través de los años, pero al menos esas personas han tenido el consuelo de que fui piloto profesional por 10 años, no como me pasaba en pleno tráfico de Culiacán con una conductora que ponía a prueba la resistencia de los componentes de la transmisión del Chevy Spark.

Mi duda en ese momento fue, ¿qué iba a hacer la cafre, si era objeto de un secuestro pobremente orquestado, o la inocente víctima de una serie de eventos desafortunados?

Justo entonces vi una planta embotelladora de Arca Continental, y les dije: ahí déjenme, yo los conozco. Como si alguien del corporativo de Monterrey fuese a estar en Culiacán en ese momento.

Llamé a Mercedes y le dije seriamente: "Me secuestraron", a lo que ella respondió con un grito no dirigido al micrófono del teléfono, el cual seguramente iba dirigido para alguien de su equipo, el que no pasó por mí: "¡secuestraron al doctor!". 

No sé cuántas veces le he explicado que ‘DOC’ son mis iniciales, no mi profesión, pero ya mejor la dejo que me diga como quiera, a veces es licenciado, otras doctor, y ambas me chocan.

Así que me bajé del auto tan pronto se detuvo, y me fui a sentar a la banca en la Parada de camión afuera de Arca. Me puse a escribir esto mientras esperaba a Mercedes, lo cual fue como 40 minutos, así que pude disfrutar del tráfico culiche vespertino.

Mientras escribía estas líneas, las pseudo secuestradoras pasaron por el otro lado de la avenida, pitando y saludando efusivamente, seguramente ya con el Daniel correcto abordo, ese que era instalador de quién sabe qué fregados.

Hubiera sido genial haber tenido la habilidad de grabarlas saludándome al pasar con tan singular alegría, o de haber grabado la escena dentro del auto, pero nomás no se dio.

Moraleja: hay que hacerle como James, James Bond. No basta el nombre para subirse con extraños. 


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sábado, 29 de octubre de 2022

Un sábado caminando y palomeando pendientes

Estaba en la casa tomando café muy tranquilo cuando me acordé de varios pendientes que tenía y me dije: Daniel, ahora es cuando. Envalentonado salí de la casa decidido a resolverlos. 

Previo a esto desayunamos mi mujer y yo viendo como  cada sábado, a Sir. David Attenborough en uno de sus maravillosos programas de animales excepcionales y lugares fabulosos por todo el mundo.

Pero mi mujer quería Tostadas Francesas, French Toast o Torrejas, según donde viviste, y fui caminando (para aprovechar y hacer hambre y ejercicio) al Súper para traer el mentado pan orgánico, sin el cual ya no podemos vivir desde que lo probamos. La verdad es que sí está delicioso. 🍞

Así que me vine al pueblo de mi ciudad, se conoce como el “Casco” de San Pedro, y aquí ando resolviendo muchas cosas en un espacio reducido y todo caminando:

1. Frenos y engrasado. 

Yo creía que ya no se engrasaban los autos "nuevos", es decir, los de este siglo, pero el mío traía una rechinadera bruta, así que era eso o una orquesta ahí abajo. Los frenos ya urgían porque me los acabo muy rápido. Quienes se han subido conmigo me entienden. 

Dejé el auto ahí y me fui a caminar para ver qué tanto lograba mientras lo tenían listo.


2. Relojería.

Recoger en la relojería el reloj que mi abuelo compró cuando nací y que me heredó indirectamente vía su hijo Abel, mi tío. 

Le cambiaron la mica, solo que se llevó como 5 meses encontrarla el esmerado relojero. Si deciden ir a llevar algún reloj nada mas no lo hagan muy temprano por la mañana o a la hora de la siesta, pues su horario no es tan… 'amplio'.





Aproveché para arreglar el extensible del reloj de mi mujer, el cual llegó a su mano de forma inusual. Actualización: mi mujer vetó la historia.


3. Barbería.

Una afeitada con navaja y vaporcito, de esas que duran varios días y te evitan el ritual mañanero con el rastrillo. 

Por cierto que también uso el rastrillo que me heredó mi abuelo, de esos que le pones una navaja, cuando quiero realmente que mi cara quede como nalga de bebé. 








4. Panadería.

Vine por un pan con piloncillo que mis hijas dicen es el “mas rico que han comido”, pero se les fregó la Fermentadora y no lo están haciendo. Si quieren saber lo que hace la fermentadora no se los voy a explicar (pero sí sé porque trabajé varios años en Pastelerías Monterrey y Frutipan en los 80.

Me conformé con un Pan de Muerto cruza con Concha, a ver qué tal sabe. (1a. Actualización: está muy rico y es menos azúcar que el normal, buena idea Don Modesto)


5. Zapatería.

Traje a reparar unos zapatos de mi esposa que los usan las dos hijas también, así que reciben un maltrato inusual que acorta su vida útil. 👡

6. Costurera.

Y aproveché para traer unos pantalones que estaban en mi Closet y se ven muy buenos, me quedan y cierra bien el zíper y botón hasta eso, pero no me acuerdo de ellos… El caso es que están más acampanados de lo que me gustaría. No es que parezcan de Saturday Night Fever, pero más rectos me gustarían más. 👖🕺🏻

A ver cómo quedan. 🙏🏼

Ya casi está listo mi carro, así que hasta aquí logré hacer por la mañana.


jueves, 29 de septiembre de 2022

Despeinado por irresponsable

Esto sucedió un sábado hace poco.

Mi adorada esposa tenía que irse temprano hoy sábado y la cafetera en casa es complicada, no cualquiera le entiende, así que me pidió que le hiciera yo el café. Impensable que se fuese a ir sin café, porque a donde fue hoy, el café que hacen dice que sabe a caldo de calcetín.

Como yo nunca he probado el caldo de calcetín y no pienso hacerlo, me levanté decididamente y fui a la cocina a preparar el mentado brebaje sagrado en sábado.

Y cuando digo que la cafetera es complicada, ni de chiste lo es como mi mujer, pero igualmente difícil de descifrar. Pero al menos la máquina vino con manual…

El caso es que se va muy contenta con su café y además bien desayunada, cortesía de mua. Preparar café me gusta, preparar el desayuno no.

Yo me quedé a hacer lo propio con el Dany, platicamos de lo que haremos sin ella en casa un sábado, y no estamos seguros de en qué ocuparemos nuestra mañana, porque ella ejerce una dulce tiranía sabatina, la cual inicia con no hacer ruido temprano, desayunar, y ver programas en TV sobre naturaleza en los que el gran Sir. David Attenborough sea el narrador.

Si no es él quien los narre, se corre el riesgo de sufrir  represalias del tipo de la renuncia silenciosa, y no creo que haga falta decirles con detalle a qué “labor” renunciaría… así que debo esmerarme en encontrar uno a su gusto.


Así que, estando solos, concluimos que no sabemos qué hacer, por lo que cada uno de los dos nos retiramos a nuestra respectiva habitación, y al llegar yo al mío y pasar por el espejo, el cual no se puede evitar por estar justo de frente, (no crean que por vanidad) me tomo un segundo para contemplar lo que parece ser la reencarnación del Gallo Claudio, con semejante compete que ni queriendo lo hubiesen podido lograr Wiz Khalifa o Kanye West.

Lo chistoso es que no es la primera vez que me pasa, ya que por mi política de no desperdiciar tiempo peinándome, y a que a veces que me toca llevarla al colegio por la mañana, me topo con miradas circunspectas de parte de otros conductores en un semáforo.

Estas miradas son a veces de sorpresa, otras de burla y algunas de dura crítica, como acusándome de no seguir el protocolo matutino obligatorio previo a salir de casa y convivir en las calles con otros automovilistas “responsables”.

Prometo ser más considerado al volante por las mañanas, a menos que tenga que levantarme muy temprano a preparar el desayuno.

martes, 25 de enero de 2022

Mi experiencia con Covid-19

En mayo 2021 estuve muy mal por Covid-19, casi no la cuento. Me rehusé a ir al hospital y me quedé en casa en paz conmigo, mi creador y mi familia. Curiosamente, no tuve síntomas fuera de una fiebre constante, pero no perdí el olfato, no tuve mocos, sí me bajó la oxigenación a 82, pero no batallaba para respirar.
Al sanar luego de 4 semanas decidí darle un propósito a lo sufrido yendo a donar Plasma. Resultó que tenía bastantes anticuerpos y mucha gente me pidió que le donara a alguien luego de que avisé que había donado altruistamente.
Cada 2 o 3 semanas doné hasta que mi nivel de anticuerpos dejó de ser suficiente.
Hubo quien me ofreció dinero si le donaba, lo cual hubiera echado a perder el sentido de agradecimiento.

Una de las personas a quienes doné estaba muy grave en agosto y con esto pudo empezar a recuperarse. Salió del hospital un mes después y a los dos días y con mucho trabajo para caminar, vino hasta la puerta de mi casa a darme las gracias.
Luego de donarle supe que su mamá y la mía fueron amigas de niñas… el dicho que dice que "Monterrey es un rancho" se cumple una y otra vez.
Afuera de mi casa me dijo con orgullo que ya podía caminar, pero en eso se lo cortó la voz y ya no pudo seguir, todos estábamos conmovidos, su hermana, mi esposa, creo que hasta Toto, mi gato que rondaba mis piernas, y ya nadie pudo hablar. Nos despedimos con señas y lágrimas.

Yo no creo en pedirle a Dios cuando te está yendo mal, creo que hay que ser agradecidos cada día por todo. Me parece algo hipócrita "acordarse" de El cuando estamos abajo.
Mucha gente responde “estoy bien, gracias a Dios”, luego de que se le pregunta "¿Cómo estás?", pero nunca responden “estoy mal, gracias a Dios”, lo cual me parece incongruente. O crees que es gracias a El o no, pero no se vale que nomás en las buenas.

Esto me quedó particularmente claro luego del temblor de 2017 en Ciudad de México. Una compañera en Mercer tenía a sus dos criaturas estudiando en el colegio que tristemente se hizo muy famoso cuando colapsó. Su entereza en el funeral me impactó. El dolor era tremendo, pero estaba ella ahí mucho más fuerte de lo que yo creo que hubiese podido estar. 

Tiempo después falleció su mamá y pasé un buen tiempo a su lado en las capillas funerarias. Me contó que en el funeral anterior, luego de que mucha gente le empezó a decir "pero gracias a Dios se salvó tu otra criatura", ella empezó a preguntarles si también debía darle gracias a Dios por la muerte de la otra. Silencio sepulcral automático, ¿qué les respondes a una madre doliente que te dice eso? Aprendes que hay que dejar de querer opinar tanto, que hay veces que un silencio a tiempo es mejor que una frase hueca.

Creo que lo mejor es poder estar en paz con lo que haces, dar gracias siempre, en todo, y así tener contentamiento, esto es poder ser feliz con lo que se tiene. No es ser conformista, sino poder valorar lo que se tiene y no esperar algo más para poder ser feliz.
Si cada día puedes sentirse así y te toca irte, no sentirás miedo ni pena por haber sido agradecido hasta ese día y haber valorado lo que recibiste y diste.

No me ha vuelto a dar Covid y cada semana convivo con gente que luego me dice que salió positivo, por lo que así, dentro de lo malo que pudo haber sido haber estado tan mal, lo positivo ha sido la aparente inmunidad natural obtenida.

Doy gracias cada día porque son días que pude haber ya no tenido, sigo aquí para buscar ser feliz y que lo sean quienes me rodean, para servir y mostrar interés por otros. Saludo por WhatsApp a quienes no he visto en un tiempo, porque ya me pasó que alguien se me desapareció y estaba muy mal por Covid, así que por eso y porque cuando yo estuve mal pocos se enteraron, no pierdo la oportunidad de saludar y preguntar cómo van las cosas, aunque sea así.

jueves, 13 de enero de 2022

No aceptar un ‘no se puede’.

¿Viste la película Lorenzo's oil? 🎥 
Relata la INCREÍBLE historia de la familia Odone, y como en una época previa al internet, Augusto y Michaela buscaron por su cuenta, a la antigüa, la forma de ayudar a su hijo, quien moriría lentamente en menos de 2 años por adrenoleucodistrofia (ALD). 












Hace unos días leía sobre como la IA está revolucionando la medicina. A diario se publican miles de estudios pero es imposible poder aprovechar lo que los une y pudiera servir para encontrar curas. Si has visto lo que Watson de IBM hace sabrás a qué me refiero. 
No me imagino lo que hubiera logrado esta pareja de haber podido tenerla en los 80. Augusto Odone era un economista sin conocimientos de medicina que recibió un doctorado honorario por sus estudios y la creación del aceite para Lorenzo, que ha servido a muchos niños. 
Continuó recaudando fondos e impulsando el grupo de trabajo científico conocido como The Myelin Project hasta su muerte. 
Quienes tenemos un hijo con una padecimiento para el cual no hay explicación o tratamiento no podemos quedarnos de brazos cruzados. Esta película sirve de inspiración no solo para nosotros sino para todos los que no aceptan un ‘no’ definitivo.